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¿Van a desaparecer los motores diésel?

Los motores diésel corren peligro. Se trata de una realidad de la que cada vez resulta más complicado echar la vista hacia un lado. Era un secreto a voces que las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) de los automóviles resultaban ser sustancialmente más elevadas en la conducción real del día a día que en las pruebas llevadas a cabo en el laboratorio. Tanto las autoridades europeas como las nacionales eran conscientes de este hecho desde hace más de una década, pero se desatendieron del asunto. Ahora ya nadie puede negar lo innegable. ¿Significa esto que van a desaparecer los motores diésel?

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El posible fin del diésel se adelantó con el Dieselgate

El sufijo gate, utilizado reiteradamente para referirse a distintos escándalos, siempre ha ido acompañado de corrupción, de ruido mediático y de un sinfín de connotaciones negativas. El caso de Dieselgate no iba a ser menos. Allá por el septiembre de 2015, se supo que Volkswagen instaló en sus vehículos de forma ilícita un software que alteraba los resultados de los controles técnicos que se llevaban a cabo para medir los niveles de emisiones contaminantes. Más de 11 millones de coches con motor diésel vendidos entre el año 2009 y el 2015 llevaban incorporado este software, cuya finalidad era la de eludir los estándares establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, más conocida como EPA. Y no se trató simplemente de jugar con unos decimales para llegar al aprobado raspado. Estos automóviles llegaban a emitir una cifra de hasta 40 veces superior a la determinada como límite legal de emisión de NOx.

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Es cierto también que Volkswagen no ha sido la única compañía que ha falseado los resultados de estos tests, sin embargo, es la que por sus propios méritos ha desatado este escándalo y ha puesto a los motores diésel en el ojo del huracán. Posteriormente otras marcas como Porsche o Audi fueron salpicadas por este incidente, y se abrió una caja de pandora que ya no podía volver a cerrarse con normalidad. En Estados Unidos las consecuencias de este escándalo fueron fatales para la marca, con un desembolso de 15.000 millones de dólares destinado a la recompra de sus propios vehículos. En Europa no se llegó a este extremo, sino que se optó por ofrecer la reparación de los vehículos afectados y la reprogramación de la centralita. También en materia de daños y perjuicios al medioambiente, y para redimirse de sus malas decisiones, Volkswagen decidió colaborar con fondos para la EPA. Pero el daño para la industria estaba hecho, y se vaticinaba un posible fin del diésel antes de lo previsto.

El futuro de los coches diésel se pone en duda

Los gobiernos no tardaron en tomar medidas para endurecer la normativa respecto a las emisiones de partículas contaminantes por parte de los vehículos. Bueno, de hecho, las medidas empezaron a implantarse con anterioridad al escándalo del dieselgate, como por ejemplo con la normativa Euro 6. El objetivo principal de dicha normativa era la de reducir las emisiones de óxido de nitógeno, así como las de partículas de suspensión emitidas por los vehículos. Los motores diésel pasaban de esta manera de poder emitir un máximo de 180 mg/km a nada menos que 80 gm/km. Esto supone una reducción de partículas contaminantes de un 56%.

 

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Esta medida evidentemente supuso un buen golpe económico para los fabricantes de automóviles. Investigar y realizar motores menos contaminantes cuesta dinero. Y allí es donde se plantea el problema para el fabricante. La compañía desarrolla un sistema más complejo y avanzado para disminuir la contaminación del vehículo, lo que consecuentemente se traduce en un vehículo más caro. El comprador entonces se muestra más reticente a adquirir un vehículo diésel, y es probable que opte por uno de gasolina o quizá incluso por un híbrido. Esta medida pone en un apuro el futuro del diésel, pero no hay que olvidar que el boom de estos motores que ha tenido lugar en las dos últimas décadas, ha generado un aumento brutal de la contaminación atmosférica. Y hasta que en las ciudades no se han alcanzado los umbrales de contaminación máximos recomendados por la OMS, las autoridades estatales hicieron caso omiso de este latente problema. Y ojo, que los diferentes tipos de gasolina que se comercializan actualmente no quedan exentos de un futuro incierto, ya que se prevé que las medidas restrictivas de la contaminación vayan cada vez a más.

¿Qué pasará con los coches diésel tras el cambio de la prueba de emisiones?

Si y se planteaban medidas para restringir la contaminación antes del Dieselgate, una vez éste escándalo salió a la luz, se promulgaron medidas aún más estrictas y se aceleró el proceso para reducir la contaminación de los vehículos, algo que las grandes urbes estaban pidiendo a gritos. La última de estas medidas se hizo oficial este último 1 de septiembre del 2017. Los fabricantes ya no podrán realizar las pruebas de emisiones a su antojo, lo que hasta ahora les daba una cierta libertad para que los resultados les fuesen favorecedores a costa de diferir con los verdaderos resultados que se dan en la circulación real. Digamos que hasta este momento los niveles de emisión de un vehículo se medían mediante el Nuevo Ciclo de Conducción Europeo (traducido del New European Driving Cycle cuyo acrónimo es NEDC). El sistema puesto en marcha desde el primero de septiembre es el WLTP (Wordlwide Hamonized Light Duty Test Procedure o Procedimiento de Pruebas Armonizado Mundialmente para el Servicio de Transporte Ligero).

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¿Y en qué reside la diferencia entre ambos y qué pasará con los coches diésel tras su implanación? A modo de resumen podríamos decir que mediante el anterior sistema de pruebas NEDC, los fabricantes podían hacer uso de su ingenio para aprovecharse de vacíos del dicho sistema para acabar homologando las emisiones (y también el consumo del coche) de acuerdo a lo estipulado por la normativa. El WLTP modifica las pruebas de conducción, haciendo que los resultados presentados sean mucho más realistas y evitando así que la marcas puedan jugar con los huecos que se presentaban en el anterior sistema. Llegados a este punto nos encontramos con un panorama muy complicado para la supervivencia de los motores diésel.

Qué dicen los expertos respecto el futuro de los motores diésel

Según los datos recogidos en el Informe Global sobre Automoción 2017 elaborado por KMPG, el 53% de los directivos de la industria del automóvil considera que la primera tecnología de propulsión en desaparecer de las fábricas será el diésel. El mismo sector admite que este proceso es irreversible, pero también es cierto que aún le pronostican varios años de vida a los motores diésel. La salida del mercado de este tipo de motores será paulatina, y por lo menos tendrán que pasar 10 años para que esto ocurra. Los motores eléctricos aún no resultan ser demasiado rentables, pero se espera que para el año 2020 su precio sea más competitivo y pueda llegar a un público más extenso, y es que las ventajas del coche eléctrico no admiten discusión. El coste de producción de los coches diésel en cambio irá en aumento debido a toda la inversión necesaria para cumplir con las nuevas y severas normativas de emisiones. Se puede vaticinar también que la batalla por la hegemonía de la motorización del coche del futuro estará entre la tecnología de hidrógeno y la eléctrica.

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Desde el sector petrolero, reacio a la desaparición de los motores de combustión, afirman que los motores diésel no van a desaparecer de un modo drástico en el transcurso de los próximos años. Se tiene el convencimiento de que los avances tecnológicos actuales le otorgan un cierto margen de mejora al diésel en cuanto a la eficiencia energética y la reducción de emisiones. Si nos remitimos a la realidad, sí que resulta cierto que los nuevos vehículos que han sido fabricados bajo la normativa Euro 6, han conseguido reducir la emisión de óxido de nitrógeno de un modo significativo. Si se sigue esta tendencia, las emisiones se seguirán reduciendo, y si los fabricantes encuentran la manera de producir sus nuevos vehículos eficientes sin que se disparen los costes y consecuentemente el precio final, cabría la posibilidad que a los motores diésel les quedará algo más de tiempo de vida. Además hay que pensar en los actuales usuarios diésel, quienes en sus propias carnes están viendo como se endurecen las normas en cuanto a la contaminación, provocando que más de uno se plantee si conviene cambiar de coche y dejar atrás el sistema diésel.

El futuro del diésel en Europa durante los próximos años

Tras una década de hegemonía en Europa, el pasado mes de abril, por primera vez en diez años los nuevos vehículos matriculados no han sido en primer lugar los diésel. Las ventas del mismo mes registraban un descenso del 15% con respecto al mismo mes durante el ejercicio anterior. El que fuera el combustible estrella en el viejo continente, presenta un progresivo declive en cuanto a cuota de mercado.

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En España la caída de ventas de los motores diésel resulta ser aún más pronunciada. En un lustro el diésel ha perdido nada más ni nada menos que 20 puntos de cuota de mercado. Allá por el 2010 alcanzó su punto más alto de cuota de mercado, un 70% de las matriculaciones. En el abril de 2017 las ventas registradas representaban un 49,9% del mercado. Tanto el Dieselgate como las medidas que están tomando las grandes ciudades para restringir el acceso de vehículos con mayores índices de contaminación, han acabado de despertar en el público un cierto rechazo hacia este tipo de combustible. Además, la concienciación de preservar el medio ambiente y los peligros a los que se enfrenta la sociedad actual si no se toman cartas en el asunto por parte de cada uno de los ciudadanos, no hacen más que incentivar a los compradores a adquirir un vehículo ecológico.

Conociendo todos estos datos, a los fabricantes no les queda más remedio que realizar importantes inversiones por tal de desarrollar unos motores diésel sostenibles, siempre y cuando quieran mantener con vida este combustible. Pero este aumento de costes tampoco puede desembocar en un gran incremento de precio para el comprador, sobretodo porque no le saldrá a cuenta adquirir un automóvil diésel. Esto significa que, para preservar el diésel, es necesario reducir los márgenes de beneficios, por lo menos durante los primeros años, y de una manera significativa, hasta que se consiga establecer un sistema de producción rentable. El mantenimiento de estos vehículos diésel tampoco puede dispararse de precio, lo que quiere decir que, en la media de lo posible se han de proporcionar facilidades al cliente en la sustitución y reparación de piezas. ¿Sale a cuenta esto para las compañías? Lo que sí está claro es que el consumidor no estará dispuesto a pagar más cuando ni en con un menor consumo de combustible le salga rentable adquirir el vehículo.


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